El eccema hace referencia a un grupo de afecciones inflamatorias de la piel que provocan enrojecimiento, picor y, a veces, lesiones. El tipo más frecuente, la dermatitis atópica, no es contagioso.
Aunque sus causas precisas siguen siendo poco conocidas, los especialistas coinciden en que implica una compleja interacción entre una predisposición genética y factores ambientales. Esta reacción exagerada del sistema inmunitario provoca una alteración de la barrera cutánea, haciendo la piel más vulnerable a irritantes, alérgenos e infecciones.
¿Cuáles son las causas subyacentes del eczema y cómo se desarrolla?
La dermatitis atópica es una afección crónica que afecta a la piel en profundidad. Se manifiesta con picor intenso, inflamación persistente y daños en la barrera cutánea. En pocas palabras, la piel deja de desempeñar correctamente su papel de escudo.
Esta afección es el resultado de una compleja combinación de factores genéticos y ambientales. Algunas personas están predispuestas desde el nacimiento, y sus síntomas se desencadenan o agravan por factores externos como los alérgenos, la contaminación o el estrés.
En general, hay tres fases en el desarrollo del eczema: la infancia, la niñez y la edad adulta. Las formas clínicas varían mucho, desde simples lesiones en las manos hasta erupciones generalizadas como la eritrodermia.
Durante los brotes, suelen observarse pápulas y vesículas rojas que pican. Estas lesiones pueden sobreinfectarse, sobre todo por bacterias como el Staphylococcus aureus, muy frecuente en los afectados.
¿Qué desencadena el eccema en las personas propensas?
En los eccemas, la barrera cutánea deja de desempeñar su función protectora. Se vuelve permeable, permitiendo el paso de irritantes, alérgenos y gérmenes. Esta debilidad suele estar relacionada con una respuesta inflamatoria exagerada del sistema inmunitario, pero también con una mutación genética que afecta a la producción de filagrina, una proteína esencial para la formación de la capa externa de la piel.
Sin suficiente filagrina, la piel pierde más fácilmente su humedad natural. Entonces se vuelve seca, irritada y vulnerable a las agresiones externas. Esta alteración estructural favorece las reacciones alérgicas, las infecciones y la inflamación crónica.
Entre el 30% y el 40% de los eccemas son de tipo alérgico. Su sistema inmunitario reacciona a determinados alérgenos alimentarios o ambientales, desencadenando una cascada inflamatoria. Pero no siempre es un caso de alergia: cosas como el humo del tabaco, la lana, la ropa áspera o las temperaturas extremas también pueden irritar la piel sin provocar una reacción alérgica.
Estos desencadenantes varían de un individuo a otro, lo que complica aún más el diagnóstico y la prevención.
¿Qué tipos de eczema existen y cómo reconocerlos?
El eccema no es una enfermedad aislada, sino un término genérico que engloba varias formas de afecciones inflamatorias de la piel. Cada tipo tiene sus propias características, causas probables y zonas de predilección.
El eczema atópico es el más frecuente. El eczema atópico suele comenzar en la infancia, a veces incluso en lactantes. Afecta principalmente a los pliegues del cuerpo -detrás de las rodillas, los codos y el cuello-, pero también puede aparecer en la cara. Suele asociarse a otros trastornos alérgicos, como el asma o la rinitis.
El eczema de contacto se produce cuando la piel entra en contacto con una sustancia irritante o alergénica. Se distingue entre eczema de contacto alérgico (reacción inmunitaria) y eczema irritante (relacionado con un agente agresivo). Las zonas afectadas varían en función de la exposición, y los síntomas incluyen enrojecimiento, ardor y picor localizado.
La dishidrosis, o eczema dishidrótico, se manifiesta en forma de pequeñas ampollas llenas de líquido en las manos, los dedos y, a veces, los pies. Suele ser doloroso y puede desencadenarse por estrés o sudoración excesiva.
El eccema numular adopta la forma de manchas redondas u ovaladas parecidas a monedas. Estas lesiones pueden supurar o formar costras, y son frecuentes en piernas y brazos.
El eczema seborreico, por su parte, afecta principalmente a zonas ricas en glándulas sebáceas, como el cuero cabelludo, las alas de la nariz o las cejas. Se acompaña de escamas grasas y enrojecimiento.
El eczema varicoso, también conocido como dermatitis por estasis, está relacionado con problemas circulatorios, especialmente en las piernas. Sus síntomas son piel engrosada, picor y pigmentación marrón.
¿Se puede contraer un eczema por contacto con otra persona?
No, el eccema no es una enfermedad contagiosa. No se transmite por el tacto, las gotitas o el contacto cercano. Esta afección inflamatoria de la piel es el resultado de un mal funcionamiento interno del sistema inmunitario y de daños en la barrera cutánea, a menudo agravados por factores ambientales.
La dermatitis atópica, la forma más común de eczema, está relacionada con la predisposición genética. Sin embargo, cada persona reacciona de forma diferente a los factores desencadenantes: alérgenos, irritantes, tiempo seco o frío, estrés, etc. Conocer los propios factores desencadenantes es la clave para limitar los brotes y controlar mejor la enfermedad en el día a día.
¿La dieta puede agravar o aliviar el eczema?
Cada vez hay más estudios que analizan la relación entre la dieta y los brotes de eccema. Aunque cada persona reacciona de forma diferente, está claro que determinados alimentos pueden influir en la inflamación de la piel y en la calidad de la barrera cutánea.
Una dieta antiinflamatoria, rica en verduras, fruta fresca, pescado azul (como el salmón o la caballa), así como semillas de lino y nueces, puede ayudar a reducir los síntomas. Los probióticos naturales, presentes en alimentos fermentados como el kéfir o el yogur, también favorecen la salud intestinal, a menudo implicada en trastornos inflamatorios crónicos como el eccema.
Por el contrario, ciertos alimentos se asocian regularmente a un empeoramiento de los síntomas: los productos lácteos, el azúcar refinado, el gluten, los colorantes o los aditivos químicos. Estas sensibilidades varían mucho de una persona a otra.
Llevar un diario de alimentos puede ayudar a identificar los desencadenantes personales. En caso de duda, lo mejor es consultar a un profesional sanitario antes de embarcarse en un programa prolongado de evitación de alimentos.
¿Cómo puedo reducir la frecuencia de los brotes de eccema a largo plazo?
Hay dos formas principales de prevenir las crisis de eccema: proteger la piel atópica y evitar los factores desencadenantes. Estas medidas, sencillas pero eficaces, pueden mejorar notablemente el bienestar diario.
La hidratación es esencial. La aplicación diaria de una crema emoliente, sobre todo después de la ducha, ayuda a reforzar la barrera cutánea y a limitar la pérdida de agua. El agua del baño o la ducha debe estar tibia, nunca caliente, para no dañar la piel.
La elección de los productos de higiene también es importante. Es mejor optar por limpiadores sin jabón, supergrasos, que no contengan perfumes ni conservantes irritantes. En cuanto a la ropa, los tejidos suaves, como el algodón, son preferibles a la lana o las fibras sintéticas.
El estrés, a menudo subestimado, es un factor agravante. Las técnicas de relajación como la meditación, la respiración consciente o el yoga pueden tener un impacto positivo.
Por último, mantener un entorno doméstico saludable -sin exceso de polvo, ácaros ni moho- ayuda a reducir la irritación cutánea. El uso de un humidificador también puede ser útil en condiciones de sequedad.
¿Desaparece el eczema cuando crezco o puede reaparecer de adulto?
La evolución del eccema depende en gran medida de cada persona. En algunos niños, los síntomas disminuyen gradualmente y desaparecen por completo en la adolescencia. Se calcula que alrededor del 60% de los jóvenes con eczema de moderado a grave pueden seguir mostrando signos de la enfermedad en la edad adulta, en forma de recaídas más o menos frecuentes.
En otros casos, el eczema remite para reaparecer años más tarde, a menudo como consecuencia de factores desencadenantes como el estrés, los cambios hormonales o las condiciones climáticas extremas.
El eccema no se considera curable, pero es totalmente posible controlar sus síntomas. Un tratamiento adecuado, combinado con un estilo de vida saludable y revisiones médicas periódicas, puede limitar el número de ataques y mantener la calidad de vida.
Por tanto, es importante escuchar al cuerpo y consultar a un profesional sanitario en cuanto aparezcan síntomas o se vuelvan molestos en la vida cotidiana.
¿Cómo reconocer los factores desencadenantes de las crisis de eczema?
Identificar los factores desencadenantes de un brote de eccema no siempre es fácil. Pero es un paso esencial para adoptar hábitos de vida adecuados y limitar la frecuencia de las crisis.
Lo primero que hay que hacer es llevar un diario. Anote cada día lo que come, los productos que se aplica en la piel, sus niveles de estrés, sus actividades y las condiciones ambientales (clima, contaminación, etc.). Estos datos pueden revelar correlaciones entre determinados elementos y la aparición de síntomas.
A menudo es necesaria una consulta médica para conocer mejor los factores desencadenantes. Los análisis cutáneos o sanguíneos realizados por un alergólogo pueden identificar cualquier alergia, ya sea alimentaria o ambiental.
Si se confirma una causa alérgica o irritante, el método de exclusión y posterior reintroducción gradual permite observar las reacciones de la piel a diferentes productos o alimentos. Este protocolo debe ser supervisado por un profesional.
También debe prestar mucha atención a sus productos de higiene, cosméticos y domésticos. Muchos contienen irritantes invisibles pero activos. Es importante elegir productos cosméticos para pieles intolerantes. Por último, el estrés emocional es un desencadenante reconocido. Aprender a gestionarlo mediante técnicas de relajación puede mejorar considerablemente la estabilidad de la piel.