Los trastornos del comportamiento en los felinos domésticos, en particular la agresividad, son un problema importante tanto para los animales como para sus propietarios. La agresividad en los gatos puede adoptar muchas formas. Puede estar desencadenada por multitud de factores ambientales, fisiológicos y psicológicos.
Comportamiento depredador
El comportamiento depredador es natural en los gatos. No es un trastorno agresivo. Sin embargo, sin una buena socialización interespecífica, puede llegar a ser problemático. El gato podría atacar a otros animales domésticos. También podría atacar a personas no reconocidas. Esto incluye a bebés, niños de cuatro patas y ancianos con bastones. Ante esta situación, es necesario intervenir a pesar de las escasas perspectivas de recuperación.
Sólo una amplia socialización interespecífica puede prevenir estos comportamientos. Cabe señalar que algunos trastornos relacionados con la depredación agresiva se producen en situaciones de estrés o durante el síndrome del tigre, pero no se detallarán aquí para evitar cualquier confusión con el comportamiento depredador normal.
Agresión relacionada con el juego
La agresividad vincul ada a la ansiedad en un entorno confinado y la asociada a un comportamiento de juego inadaptado se manifiestan de forma diferente, pero comparten raíces comunes vinculadas al estrés y a una educación deficiente.
La ansiedad en ambiente confinado se define por una agresividad intermitente, predominantemente crepuscular, dirigida a las extremidades de los propietarios. Esta afección surge en entornos hipoestimulantes, donde la falta de actividad lleva al gato a dirigir su aburrimiento e instinto de caza hacia sus propietarios. Los gatos privados de acceso al exterior o de una estimulación adecuada corren especial riesgo.
En cuanto a la agresividad durante el juego, es el resultado de un adiestramiento inadecuado para el juego, en el que el gato no controla su fuerza, araña y muerde en exceso. Esto se observa a menudo en gatitos sin una figura adulta reguladora, educados de forma demasiado permisiva por sus dueños. Esta forma de agresividad puede agravarse hasta convertirse en el síndrome HSHA, caracterizado por la pérdida de control sobre todos los comportamientos, lo que hace que el pronóstico sea bastante sombrío.
Trastorno territorial
La agresividad territorial y la ansiedad de convivencia son dos formas de comportamiento en los gatos que requieren una clara distinción para su mejor comprensión.
La agresión territorial está provocada por la intrusión no autorizada de un “intruso” en el territorio del gato, con una prevalencia en los machos que defienden un territorio mayor que las hembras. Esta agresión también puede desencadenarse por cambios en el entorno doméstico, como la llegada de una nueva persona o animal. La secuencia conductual incluye posturas ofensivas y defensivas, que conducen a un ataque si el intruso no se retira, y terminan con una huida del territorio.
La ansiedad de cohabitación se desencadena por disputas territoriales entre gatos. Esto suele ocurrir cuando llega un nuevo gato o si cambia la jerarquía. Se producen peleas, lo cual es normal. Pero si el propietario actúa mal, la situación puede empeorar. Su intervención puede bloquear la creación de nuevas normas territoriales, aumentando así la ansiedad de los gatos. Se han identificado tres etapas, que van del distanciamiento a la obnubilación, con consecuencias crecientes para el bienestar de los gatos.
Agresión por irritación
Agresión relacionada con el miedo
La agresividad relacionada con el miedo se manifiesta mediante reacciones violentas en los gatos cuando se encuentran en una situación percibida como amenazante, sin posibilidad de escapar. Los gatos con antecedentes de fobias, síndrome de privación o ansiedad son más susceptibles a este tipo de agresividad. Sin embargo, incluso un gato bien socializado puede reaccionar agresivamente por miedo ante un acontecimiento aversivo.
Durante la fase de amenaza, el gato muestra signos neurovegetativos como salivación, midriasis y vocalizaciones, adoptando una postura defensiva caracterizada por una posición de decúbito lateral y orejas echadas hacia atrás. Si el estrés persiste, el ataque resultante es violento e incontrolado, provocando a menudo heridas profundas. Tras el ataque, el gato intenta retirarse.
Agresión redirigida
La agresión redirigida se produce cuando un gato ataca a un objetivo por sustitución. Esto ocurre cuando el estímulo real, visual, auditivo u olfativo, es inaccesible. Por ejemplo, un gato que no puede alcanzar a otro animal detrás de un cristal atacará en su lugar a un objetivo cercano, como su dueño. Este tipo de agresión, común en machos adultos, incluye conflictos territoriales o relacionados con el miedo entre machos.
Los propietarios pueden considerar desconcertante una agresión repentina, sobre todo porque puede transcurrir mucho tiempo entre el estímulo inicial y el ataque. Es crucial reconocer los primeros signos de agitación e hipervigilancia para evitar iniciar un contacto arriesgado. Después de un ataque, o en ausencia de un objetivo, el gato puede calmarse y reanudar sus actividades normales, lo que indica que el contacto seguro vuelve a ser posible.
Estado hormonal
La agresión vinculada al estado hormonal abarca dos manifestaciones principales:la agresión entre machos y la agresión materna.
La agresión entre mach os se produce a menudo en presencia de una hembra en celo, con comportamientos que van desde la intimidación hasta la lucha real. Los machos adoptan posturas agresivas específicas, se miran fijamente y vocalizan con intensidad, lo que puede derivar en un enfrentamiento directo si ninguno de los dos se echa atrás.
La agresión maternal se caracteriza por las reacciones defensivas de las gatas madre destinadas a proteger a su camada de posibles peligros. A diferencia de los machos, que pueden atacar a los gatitos, las hembras son principalmente amenazadoras, adoptando una postura “defensiva-ofensiva”. Este comportamiento está directamente relacionado con el estado hormonal de la hembra lactante y suele desaparecer cuando los gatitos son destetados.
Distimia
La agresividad y la distimia en los gatos dan lugar a trastornos del estado de ánimo. Alternan entre fases “hiper” de hiperactividad e irritabilidad, y fases “hipo” de depresión. Varios factores pueden causar distimia. Entre ellos, desequilibrios hormonales, trastornos del desarrollo, problemas emocionales y daños cerebrales. La raza abisinia parece estar más predispuesta a estos trastornos. La patogénesis sugiere una hiperexcitabilidad de los núcleos del sistema límbico.
Clínicamente, la distimia se manifiesta de dos formas: unipolar, alternando hiperactividad y normalidad sin fase depresiva, y bipolar, con ciclos de hiperactividad y depresión. Las fases “hiper” se caracterizan por una intensa agitación, impulsividad y aumento de la agresividad. Por el contrario, las fases “hipo ” reflejan síntomas depresivos. El inicio de los ataques puede señalarse mediante una “mirada de loco”, marcada por una intensa midriasis.
Agresión instrumentalizada
La agresión instrumental describe una situación en la que el gato utiliza la agresión para escapar de una restricción o de una situación desagradable. Cada éxito refuerza el comportamiento agresivo.
La secuencia conductual típica de la agresión se divide en tres fases: “apetitiva” (amenaza), “consumatoria ” (arañazos y mordiscos) y “apaciguadora ” (fin del ataque). Cuando un estímulo aversivo es neutralizado regularmente por la agresión, el gato asocia esta última con el cese del malestar. De este modo, la evitación del estímulo se convierte en un reforzador, solidificando el aprendizaje a través del condicionamiento operante.
Poco a poco, la fase de apaciguamiento se acorta hasta desaparecer, eliminando la “señal de parada”. La ausencia de esta fase permite que los ataques continúen. Posteriormente, la fase “apetitiva ” también disminuye, dejando la mordedura como única reacción. Finalmente, la secuencia conductual queda totalmente alterada, sin regulación, y el comportamiento se “rigidifica”.