Reactividad en los caballos: comportamiento voluntario y agresivo

La reactividad en los caballos es un comportamiento defensivo o de oposición que suele percibirse como una resistencia a las exigencias del jinete. Este fenómeno puede manifestarse de diversas formas, como la negativa a avanzar, el encabritamiento, el corcoveo o las reacciones bruscas, y suele considerarse una respuesta al malestar físico, psicológico o ambiental. Desde un punto de vista técnico, la reactividad es el resultado de complejas interacciones entre factores intrínsecos (dolor, estrés, temperamento) y extrínsecos (técnicas de manejo, entorno, equipamiento). Comprender las causas subyacentes de este comportamiento es esencial para establecer un enfoque adecuado que tenga como objetivo restaurar la confianza y la cooperación del caballo.

¿Qué es la reactividad?

La reactividad es un estado de oposición en el que un caballo responde de forma defensiva o agresiva a los estímulos humanos, como el peso, las ayudas o peticiones específicas. Estos comportamientos, a menudo denominados defensas, reflejan una estrategia de evitación o rechazo ante una situación percibida como incómoda o amenazadora.

¿Cuáles son los comportamientos reactivos típicos?

  • Evitación: pesadez, lentitud, negativa a avanzar, somnolencia, huida, aceleración brusca, sacudidas de cabeza, arrebatar las riendas, rigidez, oposición física, rodar o arañar el suelo.
  • Agresión: patadas en el culo, saltos, encabritamientos, persecuciones, embestidas, mordiscos, golpes amenazadores (cabeza, pata delantera, pata trasera) y orejas gachas acompañadas de movimiento de la cola.

Estos comportamientos reflejan una oposición más o menos marcada a una situación impuesta por el hombre. Las manifestaciones de evitación suelen tener por objeto eludir el problema, mientras que las acciones agresivas expresan un rechazo más frontal.

Es esencial diferenciar entre las defensas y los signos de malestar crónico (hipotonicidad, apatía, escote bajo, mirada perdida) y las reacciones emocionales o fisiológicas (arrebatos de sorpresa, miedo, dolor, posturas analgésicas). A diferencia de estas últimas, los comportamientos defensivos tienen una finalidad precisa: expresar un rechazo claro, a menudo como reacción a una coacción considerada insoportable.

Así, la reactividad se inscribe en una dinámica de autoprotección, reflejo de una voluntad de decir “no quiero” ante una situación perjudicial.

¿Cuáles son las posibles causas de estos comportamientos?

La reactividad de los caballos suele deberse a un sufrimiento o malestar físico. El dolor de espalda, extremidades o dientes, o los problemas digestivos u hormonales pueden explicar estos comportamientos. Aunque estas causas pueden identificarse mediante exámenes veterinarios, osteopáticos u odontológicos, a veces el diagnóstico sigue siendo incierto. En estos casos, hay que aplicar el principio de precaución: hay que presumir dolor en caso de reactividad.

Sin embargo, la reactividad no siempre está relacionada con un problema físico. El caballo puede manifestar reactividad debido a la fatiga, el aburrimiento o el desinterés por la actividad propuesta. También puede estar perturbado por necesidades no satisfechas, como el hambre, el estrés de la separación social (gregarismo) o una relación incómoda con su jinete. Estos factores reflejan un desajuste entre las expectativas humanas y las necesidades o la personalidad del caballo.

A diferencia de los humanos, los caballos no tienen capacidad cognitiva para atribuir intenciones negativas o simular comportamientos. Su corteza prefrontal poco desarrollada le impide conceptualizar nociones como el bien o el mal. Por lo tanto, cualquier falta de cooperación en el caballo refleja una respuesta sincera e instintiva a la incomodidad, el desacuerdo o una situación percibida como inapropiada.

Un caballo inquieto expresa una dificultad o un rechazo ligados a su entorno, sus relaciones o sus experiencias. Por tanto, corresponde al ser humano plantearse las preguntas adecuadas:

  • ¿Está sufriendo físicamente?
  • ¿Su equipamiento es adecuado?
  • ¿Vive en un entorno favorable?
  • ¿Tiene cubiertas sus necesidades básicas (paseo, alimentación y compañía)?
  • ¿Son mis peticiones justas y comprensibles?

Respetar la personalidad y la integridad psicológica de un caballo es una cuestión ética y de salud global de primer orden.

¿Qué puedo hacer al respecto?

La reactividad en los caballos requiere un enfoque meditado para identificar sus causas subyacentes y apoyar su recuperación de forma eficaz y respetuosa.

Encontrar las causas

El primer paso consiste en buscar los orígenes de la reactividad para ponerle remedio:

  • Equipamiento inadecuado: haga que especialistas (montador, ajustador de bocados) evalúen la silla y la boquilla.
  • Dolor físico: Realice un chequeo completo con un veterinario, osteópata, dentista o shiatsu, incluyendo exámenes en profundidad (radiografías, ecografías) si es necesario.
  • Entorno: Proporcione a su caballo el mejor entorno posible: vida en manada, libre acceso al heno y espacio suficiente (idealmente 1 hectárea por caballo).
  • Relación con el jinete: recurra a los servicios de un entrenador equino o un etólogo para mejorar la comunicación y la calidad de sus interacciones.

Adaptar el trabajo del caballo

El trabajo progresivo y estructurado es esencial:

  • Trabajo a pie: Desarrollar la confianza y sentar bases sólidas mediante ejercicios regulares y progresivos. Los 7 juegos Parelli ofrecen un método accesible y eficaz.
  • Recuperación a caballo: Vuelva a lo básico, pidiendo respuestas sencillas, como en la doma. Involucrar a alguien en el suelo para facilitar la transición.

Fitoterapia

La fitoterapia y la aromaterapia también ofrecen soluciones naturales para ayudar a los caballos a controlar el estrés, el dolor y trastornos específicos.

Para calmar a un caballo reactivo o estresado, elija plantas relajantes:

  • Pasiflora: ayuda a calmar la ansiedad.
  • CBD: reduce el estrés y favorece la relajación muscular.
  • Flores de Bach: especialmente la mezcla Rescue para situaciones de estrés.
  • Manzanilla: relajante y calmante, ideal para caballos nerviosos.
  • Griffonia e higuera: favorecen la serenidad y equilibran las emociones.

Para los caballos que sufren dolores abdominales o úlceras:

  • Jengibre: antiinflamatorio y estimulante digestivo.
  • Levadura de cerveza: equilibra la flora intestinal.
  • Manzanilla: reduce la irritación digestiva y calma los espasmos.

Para caballos con dolores musculares o articulares:

  • Reina de los prados, sauce blanco y grosellero negro: con propiedades antiinflamatorias naturales.
  • Árnica y castaño de Indias: eficaces contra los dolores y traumatismos.
  • Meliloto: mejora la circulación y calma las tensiones.
  • Aceites esenciales: masaje con aceite de eucalipto limón o gaulteria para aliviar los dolores musculares y articulares.

La milenrama y el sauzgatillo pueden administrarse a las yeguas que sufren molestias ligadas a los ciclos hormonales. Regulan los desequilibrios hormonales y calman los dolores ováricos.

Trabaje con calma y paciencia, evitando cualquier coacción. Respete la personalidad y las necesidades del caballo para establecer una relación duradera basada en la confianza y el respeto mutuo.

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