El tifus felino, también conocido como panleucopenia felina, es una enfermedad vírica potencialmente mortal. Muy contagiosa y muy extendida en Francia, afecta sobre todo a gatitos y gatos jóvenes. En este artículo, analizaremos en profundidad los agentes infecciosos responsables, los síntomas, los métodos de diagnóstico, los tratamientos disponibles y los medios de prevención. Nuestro objetivo es proporcionarle toda la información necesaria para proteger eficazmente a su felino contra esta peligrosa enfermedad.
¿Cuál es el agente infeccioso responsable?
El tifus felino, o panleucopenia felina, está causado por el virus FPV (Virus de la Panleucopenia Felina), un parvovirus de ADN monocatenario. Este virus es extremadamente resistente en el medio externo y puede sobrevivir varios meses o incluso más de un año. El FPV ataca principalmente a las células que se dividen rápidamente, como las de la médula ósea y la pared intestinal, provocando una grave inmunodepresión y hemorragias digestivas.
En Francia, esta enfermedad vírica es endémica y provoca epidemias locales o regionales que desbordan los servicios veterinarios. Cada año, muchos gatos y gatitos sucumben a esta enfermedad. Afortunadamente, desde hace más de 40 años existe una vacuna que protege a los felinos contra el tifus.
El virus se transmite principalmente por vía fecal-oral. Los gatos contraen el virus al lamer superficies contaminadas con heces de animales infectados. Debido a la alta resistencia del FPV, la transmisión indirecta es frecuente, a menudo facilitada por una higiene deficiente. Las viviendas estrechas y los entornos superpoblados, como los refugios de animales, también aumentan el riesgo de propagación.
En las gatas preñadas, el virus puede transmitirse al feto, provocando complicaciones graves como ataxia cerebral o muerte in utero. El impacto del FPV en el sistema linfoide destruye los linfocitos, causando inmunosupresión. Los tejidos intestinales también resultan gravemente dañados, lo que provoca diarreas graves.
¿Cuáles son los síntomas del tifus?
Los síntomas del tifus felino son variados y a menudo muy graves. La enfermedad se manifiesta como una gastroenteritis grave acompañada de postración y panleucopenia. He aquí los signos clínicos más frecuentes:
- Anorexia: El gato deja de comer, lo que empeora rápidamente su estado general.
- Dolor abdominal: Puede observarse un dolor intenso que hace que el gato sea muy sensible al tacto.
- Deshidratación: Debido a los frecuentes vómitos y diarreas, la deshidratación puede llegar a ser mortal si no se proporciona un tratamiento rápido.
- Diarrea: A menudo hemorrágica, la diarrea provoca una rápida pérdida de líquidos y electrolitos.
- Vómitos: Los vómitos son frecuentes y contribuyen a la deshidratación y al deterioro del estado general.
- Fiebre y fatiga: El gato presenta fiebre alta y fatiga extrema, por lo que está aletargado.
El periodo de incubación del tifus es de unos 4 días. Los signos iniciales incluyen pérdida de apetito y fiebre. Pronto aparecen vómitos y diarrea, a menudo teñidos de sangre, que provocan una deshidratación grave. Si el virus llega a la médula ósea, reduce el número de glóbulos blancos, cruciales para la defensa inmunitaria, lo que aumenta el riesgo de infecciones secundarias.
El diagnóstico se basa en un análisis de sangre que revela la panleucopenia y un análisis de heces para detectar el virus. Como la enfermedad progresa tan rápidamente, es esencial una intervención veterinaria rápida para aumentar las posibilidades de supervivencia.
¿Cómo se diagnostica la enfermedad?
El diagnóstico del tifus felino implica varios pasos clave. Los antígenos virales pueden detectarse en las heces mediante pruebas de aglutinación o inmunocromatografía. Para confirmar la presencia del virus también se utiliza una prueba PCR, realizada en el laboratorio sobre una muestra de heces o de sangre total.
Los signos clínicos, como los síntomas digestivos y la decaimiento general, orientan al veterinario hacia el diagnóstico de tifus. El examen clínico suele revelar ganglios linfáticos intestinales agrandados y deshidratación grave. Un análisis de sangre revelará panleucopenia, característica de esta enfermedad.
En algunos casos, el tifus puede ser devastador, provocando la muerte del gato en cuestión de horas sin signos aparentes. Sin embargo, es importante tener en cuenta que no todos los síndromes de vómitos y diarrea son sistemáticamente tifus. Enfermedades como el parvovirus canino u otras infecciones víricas pueden presentar síntomas similares.
Para afinar el diagnóstico, el veterinario utiliza una combinación de métodos:
- Cuadro clínico: se evalúan los signos digestivos y el estado general del animal.
- Análisis de sangre: Se realiza un hemograma para detectar una disminución de los glóbulos blancos.
- Prueba PCR: Esta prueba de laboratorio confirma la presencia del virus en muestras de heces o sangre.
Un diagnóstico rápido y preciso es crucial para un tratamiento eficaz y para aumentar las posibilidades de supervivencia del gato.
¿Qué tratamientos existen?
El tratamiento del tifus felino es principalmente sintomático y de apoyo, debido a la falta de terapias antivirales específicas. El primer paso es aislar al animal para evitar la propagación de la enfermedad, dado que es muy contagiosa.
Es esencial mantener la hidratación. A los gatos gravemente deshidratados se les administran infusiones para restablecer el equilibrio hídrico y ácido-base. Al mismo tiempo, se administran antibióticos de amplio espectro para prevenir infecciones secundarias, que pueden producirse como resultado de la inmunosupresión causada por el virus.
Se utilizan antieméticos para controlar los vómitos y permitir que el animal coma. Pueden administrarse alimentos de alta digestibilidad enriquecidos con vitaminas para ayudar al organismo debilitado del gato. En algunos casos, es necesaria la alimentación por sonda si el gato es incapaz de comer por sí mismo.
Los veterinarios también consideran el tratamiento antiviral con interferón, aunque su eficacia varía. Realizan un seguimiento intensivo del animal, que a menudo es hospitalizado para recibir los cuidados necesarios.
Para los síntomas digestivos, utilizan apósitos digestivos que contienen esmectita para limitar la pérdida de agua y frenar la diarrea. Los vómitos se tratan con fármacos inyectables como el maropitant, que da excelentes resultados.
Los veterinarios controlan estrictamente el uso de antibióticos. El Plan Ecoantibio 2012 restringe su uso a los casos en los que el patógeno está claramente identificado. Realizan un antibiograma para determinar la eficacia de los antibióticos contra las bacterias secundarias.
El tratamiento precoz e intensivo es la clave para maximizar las posibilidades de recuperación. En caso de problemas digestivos graves, se recomienda una consulta de urgencia para evitar una deshidratación fatal.
¿Qué se puede hacer para prevenir la enfermedad?
La vacunación es la forma más eficaz de prevenir el tifus felino. Se recomienda vacunar a todos los gatos, incluso a los que no salen al exterior, ya que el virus puede ser transportado al interior por la ropa o el calzado. Los anticuerpos maternos protegen a los gatitos durante 6 a 8 semanas después del nacimiento, pero deben ser vacunados lo antes posible.
El Centro Europeo para las Enfermedades de los Gatos recomienda vacunar a los gatitos entre las 8 y 9 semanas de edad, con un refuerzo 3 ó 4 semanas después. La vacunación anual es necesaria para mantener una protección óptima. El protocolo de vacunación suele comenzar a los dos meses de edad, con dos inyecciones primarias seguidas de refuerzos anuales.
Además de la vacunación, es esencial mantener un entorno limpio y sano. El virus es muy resistente, por lo que hay que desinfectar rigurosamente, sobre todo si se informa de la presencia de tifus. Utilice lejía diluida para eliminar eficazmente el virus de las superficies contaminadas.
He aquí algunos consejos prácticos:
- Limpie y aclare todos los objetos y superficies en contacto con el gato.
- Utilicelejía diluida (250 ml en 5 litros de agua caliente) para desinfectar.
- Dejar actuar durante 10 minutos antes de aclarar con agua fría.
- Aislar al animal si se sospecha o confirma la presencia de tifus.
Tampoco es aconsejable vacunar a las gatas preñadas por el riesgo de problemas neurológicos para los gatitos. Sin embargo, incluso las gatas vacunadas pueden, en raras ocasiones, contraer la enfermedad. La vacuna contra el tifus felino protege principalmente contra el FPV, pero no contra otros parvovirus.