La COVID prolongada, caracterizada por la persistencia de los síntomas varios meses después de la infección inicial por SRAS-CoV-2, plantea un importante reto para la salud pública. Entre las estrategias que se están explorando para mitigar estos efectos prolongados, el papel de los antioxidantes y la vitamina D suscita un interés creciente. Los antioxidantes, al neutralizar el estrés oxidativo, y la vitamina D, gracias a sus propiedades inmunomoduladoras, podrían desempeñar un papel clave en la reducción de la inflamación crónica y la disfunción inmunitaria asociadas a la COVID prolongada.
¿Cuáles son los signos de alerta de la COVID prolongada?
El virus SARS-CoV-2, responsable de la COVID-19, provoca una gran variedad de resultados en los pacientes. Algunas personas permanecen asintomáticas o sólo presentan síntomas leves. Otras, en cambio, sufren formas graves que pueden afectar al sistema respiratorio y provocar complicaciones graves e incluso la muerte. La identificación de factores de riesgo asociados a estas formas graves, como la edad avanzada o la presencia de comorbilidades, ha permitido priorizar las estrategias de protección específicas, en particular la vacunación.
Aunque la mayoría de las personas infectadas experimentan una resolución de los síntomas en un plazo de 2 a 3 semanas, algunos pacientes siguen experimentando síntomas prolongados durante más de 4 semanas tras la infección. Este fenómeno, conocido como COVID prolongado, se caracteriza por la persistencia de diversos síntomas sin que se identifique ninguna otra causa subyacente. Estos síntomas pueden incluir fatiga intensa, dificultades respiratorias, dolores múltiples o problemas neurocognitivos. Su intensidad y progresión varían de un paciente a otro, y su regresión puede ser lenta y fluctuante.
La OMS calcula que alrededor del 25% de las personas infectadas con COVID-19 experimentan síntomas más allá de un mes, y al menos el 10% siguen padeciendo COVID prolongada más allá de tres meses. Los síntomas persistentes pueden afectar a diversos órganos, manifestándose como trastornos respiratorios, cardiovasculares, digestivos, neurológicos, cutáneos o psicológicos. Estos efectos prolongados tienen un gran impacto en la vida diaria, afectando a la salud física, mental y social de los pacientes.
¿Puede la vitamina D aliviar realmente los síntomas del covídico prolongado?
Los investigadores demostraron rápidamente que la carencia de vitamina D aumentaba el riesgo de contraer COVID-19 y desarrollar formas graves. Esta hipótesis se basa en estudios anteriores, que ya habían demostrado el efecto protector de la vitamina D contra el síndrome de dificultad respiratoria aguda(SDRA), una complicación a menudo mortal de las infecciones respiratorias. La mayor gravedad de la COVID-19 en las personas mayores y obesas, dos grupos a menudo afectados por la hipovitaminosis, así como la mayor prevalencia de las infecciones en invierno, han reforzado la idea de un papel clave de la vitamina D en la fisiopatología de esta enfermedad.
Además de su papel en el metabolismo del calcio, la vitamina D tiene propiedades antivirales y antiinflamatorias. Actúa sobre la enzima convertidora de la angiotensina 2 (ECA2) y regula la producción de citoquinas por los macrófagos y los linfocitos, contribuyendo así a combatir las infecciones víricas. Diversos estudios, entre ellos los de C. Annweiler, han demostrado que unos niveles adecuados de vitamina D mejoran el pronóstico de la COVID-19.
Estos resultados llevaron a la Academia Francesa de Medicina a recomendar la administración de suplementos de vitamina D para prevenir las formas graves de COVID-19. En Francia, aunque la carencia grave de vitamina D es poco frecuente, una encuesta reveló que la insuficiencia y la carencia están muy extendidas.
Los expertos insisten ahora en la importancia de una suplementación regular, sobre todo para las poblaciones de riesgo. Además de su papel en la prevención del COVID de larga duración, la vitamina D se recomienda para la prevención de trastornos neurodegenerativos, enfermedades cardiovasculares, gastrointestinales y autoinmunes y tumores. Las necesidades varían entre 50 y 100 ng/mL para unos niveles plasmáticos óptimos, con ingestas de 3000 a 4000 UI para las mujeres y de 5000 a 6000 UI para los hombres, en función de su peso.
¿Qué antioxidantes pueden ayudar a aliviar las formas largas de covídicos?
Los antioxidantes desempeñan un papel fundamental en el tratamiento de las formas largas de COVID, ya que ayudan a restablecer el equilibrio entre oxidantes y antioxidantes, que suele estar alterado en los pacientes. El estrés oxidativo patológico observado en estos pacientes, caracterizado por una producción excesiva de radicales libres y una tormenta inflamatoria, contribuye a la persistencia de los síntomas.
Entre los antioxidantes esenciales, la vitamina C destaca por su efecto sobre las enzimas NOX, reduciendo así la inflamación. Se administra en dosis elevadas (3 a 4 g/día) por su papel en la modulación de la respuesta inmunitaria y la limitación de la replicación viral. La N-acetilcisteína (NAC), precursora del glutatión, refuerza las defensas antioxidantes celulares. El glutatión, uno de los antioxidantes más potentes del organismo, suele estar agotado en pacientes con COVID prolongado. Restaurar sus niveles ayuda a proteger las mitocondrias, clave para la producción de energía y la respuesta al estrés oxidativo.
Otros antioxidantes, como la ficocianina (extracto de espirulina), actúan inhibiendo la replicación viral. La ficocianina bloquea el sitio activo ATP requerido por la proteína nsp12, frenando así la propagación del SARS-CoV-2.
La taurina, administrada en dosis de un gramo en los casos graves, y micronutrientes como el selenio, el yodo y las vitaminas A y E también contribuyen a esta defensa. Los omega-3, gracias a sus efectos antiinflamatorios y reguladores del estrés oxidativo, reducen las citoquinas proinflamatorias . Esto acelera la resolución de la inflamación crónica.
Así pues, la combinación de estos antioxidantes y una dieta rica en polifenoles estimula de forma natural las enzimas antioxidantes y mejora la respuesta inmunitaria. Los suplementos de vitamina D y K2, que son esenciales para prevenir los depósitos de calcio, también se recomiendan para la gestión general de la COVID prolongada.